Felicidad verdadera
En el siglo x, Abd al-Rahman III gobernaba Córdoba, España. Después de 50 años de reinado exitoso («amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados»), evaluó más profundamente su vida. «Riquezas, honores, poder y placer han estado a mi disposición», dijo de sus privilegios. Pero cuando contó sus días de felicidad verdadera durante ese tiempo, sumaron solo catorce. ¡Qué aleccionador!
El efecto del nuevo comienzo
Cuando Brenda cumplió 30 años, estaba triste por seguir empleada en un trabajo de ventas que nunca le gustó. Decidió que era hora de no posponer más el asunto y buscar una profesión nueva. La noche de fin de año, David se encontró mirándose al espejo y prometiendo que el próximo año bajaría de peso. Y Santiago, frustrado porque sus ataques de ira no cesaban, prometió que el mes siguiente se esforzaría para cambiar.
El Niño de Navidad
Imagina cómo habrá sido que Aquel que hizo los cielos comenzara a vivir como un embrión y se sometiera a un vientre. Jesús, Dios mismo por naturaleza, se hizo nada (Filipenses 2:6-7). ¡Qué pensamiento sorprendente!
Estoy en sus manos
Jia Haixia perdió la vista en el año 2000. Su amigo Jia Wenqi perdió los brazos cuando era niño. Sin embargo, encontraron la forma de superar sus discapacidades. «Yo soy sus manos y él es mis ojos», dice Haixia. Juntos, están transformando su pueblito en China.
Buenas noticias
En 1941, mientras el régimen de Hitler se extendía por Europa, le pidieron al novelista John Steinbeck que ayudara en el esfuerzo de la guerra, pero no peleando ni visitando a las tropas, sino escribiendo una historia. Así surgió La luna se ha puesto, una novela sobre una tierra pacífica invadida por un régimen malvado. Impresa en imprentas subterráneas y distribuida en secreto en los países ocupados, su mensaje era que los aliados ser acercaban, y que al imitar a los personajes de la novela, los lectores podrían asegurarse su libertad. Así, Steinbeck llevaba buenas noticias a los pueblos bajo el régimen nazi: su liberación estaba próxima.
Un propósito en el sufrimiento
«Así que dice que tal vez no sea mi culpa». Las palabras de la mujer me tomaron por sorpresa. Tras predicar en una iglesia, conversaba con ella sobre lo que había compartido esa mañana. «Tengo una enfermedad crónica —explicó—, y he orado, ayunado, confesado mis pecados y hecho todo lo que me dijeron para sanarme. Pero sigo enferma, así que pensé que era culpa mía».
Cuándo sacrificarse
Cuando la crisis de COVID-19 recién comenzaba, la preocupación de una periodista me sacudió. Se preguntaba si estaríamos dispuestos a aislarnos y cambiar nuestros hábitos de trabajo, viajes y compras para que otros no se enfermaran. «No se trata solo de recursos clínicos —escribió—, sino de nuestra disposición a sacrificarnos por otros». De repente, la necesidad de virtudes fue noticia de primera plana.
Ilimitado
Estaba sentado en el patio de comidas de un centro comercial, con el estómago anudado por los apremiantes plazos de entrega de trabajo. Mientras desenvolvía mi hamburguesa y daba el primer mordisco, la gente pasaba apurada y afanada a mi alrededor. Cuán limitados somos —pensé—. Limitados en tiempo, energía y capacidad.
Completo en Cristo
En una película, un agente deportivo impulsado por el éxito, cuyo matrimonio comienza a derrumbarse, intenta recuperar el amor de su esposa. La mira a los ojos y le dice: «Me completas». Es un mensaje conmovedor que hace eco de un relato de la filosofía griega, según el cual cada uno de nosotros es una «mitad» que debe encontrar a su «otra mitad».
No buscar venganza
El granjero se subió a su tractor y empezó a inspeccionar los cultivos. Al llegar al borde de la propiedad, le hirvió la sangre. Alguien había usado la granja para arrojar su basura en forma ilegal… otra vez.